Su mano temblaba alrededor del cuchillo, sabiendo que si él la veía ahora, no tendría ninguna oportunidad. El cazador furtivo se detuvo, su mirada barrió el campamento. Su corazón se aceleró con cada segundo que él se detenía, sus ojos pasaban a pocos centímetros por encima de su forma agazapada. «Ahí no hay nada», murmuró para sí mismo, dándose la vuelta para reunirse con su compañero en la parte delantera del campamento.
Aprovechando la oportunidad, Amara exhaló suavemente y se dirigió rápidamente hacia la tienda donde estaba atada la cría de elefante. Se deslizó entre las cajas y las tiendas, haciéndose lo más pequeña posible. Su mente daba vueltas, pensando en cada movimiento, en cada ruido potencial.