Otro mono consiguió arrebatar una botella de agua de la mochila de un turista desprevenido. La destreza del mono era impresionante: desenroscó el tapón con dedos ágiles, bebió unos sorbos y tiró la botella a un lado, para desconcierto de su dueño.
Gabriel se rió junto con la multitud, disfrutando del caos lúdico de todo aquello. Pero entonces algo extraño llamó su atención. Por el rabillo del ojo, vio a un mono corriendo por el sendero de piedra con algo en los brazos.