El chimpancé, que hasta entonces había sido un manojo de tensa energía y cautela, empezó a moverse. Con pasos deliberados, se dirigió hacia la puerta, con movimientos decididos y claros. Se detuvo y giró la cabeza para mirar a Jessie, como si quisiera asegurarse de que le estaba prestando atención.
«Mira, quiere que le sigamos», dijo Jessie en voz baja, con una voz llena de asombro. Los policías, al ver el inesperado movimiento del chimpancé, vacilaron y se llevaron instintivamente las manos al cinturón, preparados para cualquier amenaza. «Señora, no es seguro», advirtió un agente, con voz preocupada, reflejo de la incertidumbre de la situación.