Entonces, sin previo aviso, la cuerda dio un tirón y se le escapó de las manos. El pánico la inundó. Había intentado hacerse un nudo alrededor de la cintura, pero ahora se daba cuenta de que no estaba lo bastante apretado. El miedo la ahogó mientras intentaba frenéticamente agarrar la cuerda de nuevo, pero ya era demasiado tarde.
Un grito rompió el silencio, un sonido agudo y aterrador que rebotó en las paredes del pozo. Era David. Su grito cortó el aire, lleno de dolor y miedo. El corazón de Jessie se detuvo. Casi podía sentir el aire frío y húmedo que salía del pozo y le transmitía el grito de David.