Y ahora, mientras George permanecía de pie a la luz mortecina del atardecer, contemplando a su caballo, vivo y sano, de pie ante él, se sentía como un sueño hecho realidad. Pero su alegría se vio atenuada por esa sensación de inquietud, la sensación de que algo no iba del todo bien.
Se acercó un paso más, con el aliento empañado por el aire frío, pero al hacerlo, la sombra detrás de Trueno pareció moverse, acercándose al borde del establo. Trueno parecía tranquilo, pero George podía sentir el peso de algo más en el aire.