Un granjero encuentra a un caballo desaparecido 8 meses después; cuando se acerca, un escalofrío recorre su espalda

George forzó la vista para ver dentro de las sombras cada vez más profundas. Parpadeó una, dos veces, convencido de que su mente le estaba jugando una mala pasada. «No es nada», se dijo a sí mismo. «Tiene que ser nada» Pero aquellos ojos, brillantes y firmes, nunca vacilaron.

El aire frío del atardecer se pegó a la piel de George, recordándole que aquello no era un sueño. Su respiración se aceleró mientras se levantaba lentamente, alejándose de la entrada del granero. Se le revolvieron las tripas con las emociones contradictorias que luchaban en su interior: alegría por el regreso de Trueno, pero también un miedo desgarrador a lo que se ocultaba en las sombras.