Durante las semanas siguientes, Bill visitó al cachorro todos los días. Se sintió aliviado al ver que recobraba la fuerza y el espíritu mientras se recuperaba de sus heridas bajo los cuidados del equipo de servicios para animales.
Durante sus visitas, le llamaba la atención cómo se le iluminaban los ojos al entrar en la habitación y cómo movía la cola con entusiasmo. Estaba claro que el improbable vínculo que se había formado con Daisy se extendía también a él.