Al mirarla a los ojos, Bill comprendió mejor por qué Daisy había sentido un deseo tan profundo de cuidar de aquella criatura. Había un innegable encanto e inteligencia en su mirada. Bill se encontró hipnotizado, sintiendo una conexión inesperada con el misterioso cachorro de lobo que había aparecido de una forma tan improbable.
En ese momento, mirando a los ojos del salvaje pero inocente cachorro de lobo, Bill supo que las cosas nunca volverían a ser como antes en la granja.