Durante los días siguientes, la curiosidad de Bill pudo más que él. Tenía que volver a ver al cachorro de lobo por sí mismo y tratar de dar sentido a esta peculiar situación. Tras solicitarlo insistentemente, el equipo de servicios para animales le permitió finalmente visitarlo, aunque bajo estricta supervisión.
En cuanto Bill entró en el recinto, el cachorro de lobo se apresuró a acercarse a él, moviendo la cola con entusiasmo. Bill se asombró de que ahora pareciera tan cómodo con los humanos en comparación con la primera vez que lo descubrió en el campo.