Se devanaba los sesos intentando averiguar cómo un lobo salvaje podía haberse alejado tanto de su hábitat natural. Las manadas de lobos más cercanas estaban a cientos de kilómetros, en zonas salvajes remotas. Debió separarse de su manada y, por algún milagro, llegó a la granja de Bill.
Pero cómo y por qué su gentil vaca Daisy se había hecho cargo del cachorro perdido era un misterio aún mayor. Había actuado con agresividad para proteger al pequeño lobo, poniendo en marcha sus instintos maternales a pesar de que no era de su especie. Era desconcertante pero conmovedor ver el vínculo que se había formado entre los dos improbables compañeros.