A medida que avanzaba el día, Bill mantenía una presencia tranquila, tratando de calmar a la asustada criatura lo mejor posible. Dudaba en acercarse demasiado, no quería causar más estrés. Pero se aseguró de tener agua fresca siempre a mano.
Finalmente, al anochecer, llegó el personal de rescate de animales. Bill los guió hasta el granero, sintiendo un gran alivio. Ahora que había llegado una ayuda experimentada, confiaba en que supieran cómo cuidar adecuadamente a la misteriosa criatura. Y, con suerte, ahora por fin obtendría algunas respuestas sobre lo que le había ocurrido a su querida vaca Daisy.