Bill aún recordaba vívidamente el día en que Daisy, su búfalo favorito, desapareció. Antes le habían gustado mucho las tardes de verano, pero ahora, eran recuerdos insoportables de aquel día devastador. Cada día soleado servía como un crudo recuerdo de la pérdida de su búfalo favorito.
Cuando cerraba los ojos, los recuerdos le invadían como si estuvieran sucediendo en el presente. Era doloroso revivirlos, pero no podía evitarlo. Esto ocurría cada vez que cerraba los ojos.