Recorrió la sala con una sonrisa tensa. Una gota de sudor resbalaba por su sien mientras los posibles compradores cuchicheaban entre ellos, indecisos de ser los primeros en pujar por la propiedad supuestamente «encantada». Las historias que Stacey había sembrado estaban funcionando, tejiendo su duda como una niebla sobre la habitación.
Finalmente, la compostura del Sr. Perkly empezó a desmoronarse. Su mirada iba de un asistente a otro, buscando desesperadamente una señal de interés. El silencio le resultaba asfixiante, y cada segundo que pasaba aumentaba su desesperación a medida que los murmullos de la sala se hacían más fuertes y su escepticismo palpable.