El casero del infierno intentó desahuciar a una mujer de 27 años, pero el karma llamó a su puerta

Allá donde iba, Stacey hacía comentarios casuales y de improviso sobre los extraños sucesos que ocurrían en su edificio, en un tono ligero pero con palabras sugerentes. Mencionaba luces parpadeantes y sonidos extraños, el tipo de rumores que hacían que la gente se sintiera lo bastante incómoda como para dudar de sus decisiones.

Cuando empezó la subasta, Stacey se sentó en la cuarta fila, un lugar desde el que podía observarlo todo sin llamar la atención. Agachó la cabeza y esperó pacientemente a que empezara la puja, con el corazón palpitante a medida que se acercaba el turno de su apartamento.