¡Este hombre se hartó! ¡Mira cómo dio una lección a un niño que pateaba el asiento y a su madre!

Carl miró a su alrededor y se puso colorado. Estaba tan absorto en la discusión que no se había dado cuenta de que había montado un escándalo. Se dio cuenta de que la mujer tenía razón. Con un profundo suspiro, se dio la vuelta, intentando volver a concentrarse en la tranquilidad que reinaba fuera de su ventana.

Sin embargo, la madre del chico, al oír los consejos de la anciana, no pudo resistirse a lanzarle una última pulla. «Sí, haz caso a la señora. Las mujeres siempre tienen razón, ¿no?», dijo en voz alta, con un tono cargado de sarcasmo. Las manos de Carl volvieron a cerrarse en un puño, con la ira reavivada por su comentario.