La mujer, sin inmutarse y todavía enfadada, replicó: «Y tú eres el ejemplo perfecto de respeto, ¿no? Gritando a una madre delante de su hijo» La discusión se había convertido en todo un espectáculo, un duro y vivo choque de temperamentos y perspectivas, que se desarrollaba en el reducido espacio de la cabina del avión.
De repente, la anciana sentada junto a Carl se volvió hacia él con una mirada severa pero preocupada. «Jovencito, ya basta», le dijo en tono directo y sin rodeos. «El chico ha dejado de dar patadas, y si alargas esta discusión no sólo arruinarás tu paz, sino la de todos los presentes» Miró a los demás pasajeros, algunos de los cuales seguían mirándolos.