Unas horas antes, Carl había estado completamente tranquilo y en un gran estado de ánimo. Había llegado pronto al aeropuerto tras un breve viaje de negocios a Boston. Los dos últimos días habían sido un torbellino de reuniones y presentaciones.
Como gestor de proyectos en una importante empresa tecnológica, no era ajeno a la presión de los plazos ajustados y las grandes expectativas. Este viaje había sido especialmente crucial, ya que implicaba negociaciones con clientes potenciales que podían hacer o deshacer sus objetivos trimestrales.