¡Este hombre se hartó! ¡Mira cómo dio una lección a un niño que pateaba el asiento y a su madre!

«Vale, mantén la calma. Si te pones nervioso, empeorarás las cosas», se dijo en silencio. Respiró hondo, tratando de interiorizar su propia arenga. No era más que una pequeña molestia; seguro que el chico se cansaría pronto de su juego. Con esa esperanza, Carl se concentró en recuperar la compostura, confiando en que pronto podría relajarse y disfrutar en paz del resto del vuelo.

Mientras el avión ascendía suavemente por el cielo, Carl se acomodó en el asiento, con los ojos fijos en las tranquilas nubes que se veían por la ventanilla. Contemplar el mundo desde tan alto siempre le producía una tranquila sensación de alivio, una pausa en el ajetreo de su mundo de negocios. Carl hizo un esfuerzo por concentrarse en la serena vista, tratando de ignorar las patadas persistentes contra el respaldo de su asiento.