Carl cerró los ojos un momento, recordándose a sí mismo que debía ser positivo. Este pataleo probablemente sólo duraría unos minutos más hasta el despegue, razonó, mientras el avión empezaba a acelerar por la pista. El rugido de los motores le hacía más difícil ignorar los golpes en la espalda.
Carl se concentró en calmar la respiración, negándose resueltamente a que aquella pequeña irritación perturbara su tranquilidad durante todo el vuelo. Tal vez una leve petición al chico sirviera para poner fin a las patadas en el asiento.