El karma de una señora con derechos en un restaurante se sirve en bandeja de plata

Sin embargo, marcharse era agridulce. Este restaurante no era sólo un trabajo, era un hogar. Los suelos chirriantes, los clientes habituales y sus compañeros de trabajo se habían convertido en su familia. Seis años en un mismo lugar pueden hacer eso, incluso en una cafetería que la mayoría de la gente no considera más que una parada rápida.

Mientras limpiaba otra mesa, un fuerte silbido rompió el silencio del exterior. Levantó la vista y vio un autobús aparcado en la acera, cuyas puertas se abrían para dejar salir a una multitud de pasajeros visiblemente frustrados. La tensión en sus rostros era evidente incluso desde dentro.