Se quitó el uniforme y dejó que su rabia se convirtiera en una férrea determinación. Había pasado seis años aquí, volcando su alma en este trabajo, sólo para que su último día casi se viera arruinado por una Karen con derechos. Ya era suficiente. No iba a permitir que aquella mujer se saliera con la suya.
Stephanie se enderezó el cuello, con expresión firme mientras se miraba al espejo. Hoy era su último día y se marchaba con sus propias condiciones. Karen se había pasado de la raya y Stephanie había dejado de hacerse la simpática. Iba a darle de su propia medicina.