El karma de una señora con derechos en un restaurante se sirve en bandeja de plata

La reacción de Karen fue instantánea y fría. En lugar de calmar a sus hijos, dirigió su furia directamente hacia Stephanie. «¿Estás ciega?», siseó, con los ojos entrecerrados. «¡Acabas de empapar a mis hijos! ¿Tan difícil es servir bien las bebidas? ¿Acaso sabes lo que haces?»

Stephanie apretó los puños y sus mejillas ardieron de humillación. Había soportado los insultos de Karen, el caos, el desprecio. Pero ahora, ¿ser culpada por la falta de control de Karen sobre sus hijos? Era el colmo. Se tragó la rabia, sintiendo cómo se quebraba lo que quedaba de su paciencia.