Después de una noche agitada, Peter se levantó temprano a la mañana siguiente y se dirigió al trabajo. Cuando llegó a su oficina, la única persona que había era el conserje. Aunque sólo habían intercambiado breves conversaciones a lo largo de los años, Peter siempre había respetado su dedicación y su duro trabajo.
Esa mañana, el conserje se dio cuenta de que algo le preocupaba a Peter e interrumpió su trabajo para preguntarle: «Señor, ¿qué le pasa?» Peter, con aire derrotado, preguntó al conserje: «¿Tiene hijos?» Una cálida sonrisa se dibujó en el rostro del conserje, que respondió: «Sí, señor. Tengo un hijo. Lo es todo para mí y no podría estar más orgulloso de él»