Delilah se quedó mirando la fotografía, con la mente hecha un torbellino de confusión e incredulidad. No podía ser John. Ella lo conocía mejor que nadie, ¿verdad? Habían pasado juntos casi todos los días de sus 34 años de matrimonio. John nunca había mencionado París o insinuado un viaje en solitario al extranjero. Tenía que ser un error.
«Este no puede ser John», susurró para sí misma, sacudiendo la cabeza. «Nunca se habría ido a París sin decírmelo. No puede ser» Su voz se hizo más firme, como si repetirlo fuera a convertirlo en verdad. Pero al volver a mirar la fotografía, empezaron a asaltarle las dudas.