Valeria intentaba a menudo colmar a Jason de regalos y ropa cara, pero él odiaba aceptar cualquier cosa comprada con su dinero: se sentía castrado. A pesar de sus esfuerzos por reprimir sus inseguridades, éstas se filtraban en su relación como veneno, convirtiendo su pasión en tensión latente y resentimiento tácito.
A menudo sentía que competía con los éxitos de Valeria y que sus propios logros palidecían en comparación. Su orgullo no soportaba ser siempre el segundo mejor. Valeria, ajena a la profunda agitación de Jason, siguió prosperando.