Su amistad había florecido al calor del refugio. Shiro, un cachorro enérgico con un entusiasmo contagioso por la vida, había acogido a Luna bajo su protección.
Luna, una callejera reservada y recelosa, se había ido abriendo poco a poco a la suave persistencia de Shiro. Su improbable compañía era un testimonio del poder transformador del amor y la confianza, un vínculo que Kiara apreciaba profundamente.