La recepcionista levantó la vista, sorprendida. «¿No estaba contigo, Kiara?», preguntó, frunciendo el ceño. «No ha pasado por aquí» El pánico se apoderó de Kiara y Becky, que intercambiaron miradas frenéticas.
«Tal vez acaba de salir», sugirió Becky, aunque su voz estaba impregnada de incertidumbre. Corrieron hacia el aparcamiento, la tensión aumentaba a cada paso. Pero el coche del doctor Goldberg no aparecía por ninguna parte.