En la oficina, Peter intentó concentrarse, pero su mente estaba en otra parte. Repitió una y otra vez las palabras de la Sra. Henderson, cuyo peso aumentaba con el paso de las horas. «¿Y si tiene razón?», pensó, con un nudo en el estómago. Decidió tener una conversación seria con Natalie después del trabajo.
A lo largo del día, la imaginación de Peter echó a volar. ¿Y si había alguien en su casa ahora mismo? ¿Eran de fiar Natalie y los niños, o le habían engañado? La inquietud le corroía con tanta insistencia que apenas podía hacer nada. Su preocupación eclipsaba todas las tareas de su escritorio.