Después de cenar, Peter respiró hondo, dispuesto a abordar el tema, cuando Natalie empezó a recoger la mesa inesperadamente. «Deja que te ayude», dijo, con tono firme. Se acercó al fregadero y se arremangó. «Es lo menos que puedo hacer. Me siento fatal por quedarme aquí gratis»
Mientras lavaba los platos, la voz de Natalie se suavizó. «No tengo familia, Peter. Nadie a quien recurrir. Por eso… bueno, por eso estamos aquí. Sé que estoy imponiéndome, pero no sé qué más hacer» Sus palabras flotaban en el aire, cargadas de desesperación.