Peter llegó a casa, con la tensión del día aún atenazándole. Se armó de valor y llamó a la puerta del garaje con una sonrisa cuidadosamente ensayada. «¿Por qué no vienes con los niños a cenar esta noche? Natalie vaciló y luego asintió agradecida. «Significaría mucho para mí. Gracias»
Mientras se sentaban a la mesa, Peter mantuvo una conversación ligera. Ben y Lucy se rieron mientras picoteaban sus platos, y su inocencia alivió momentáneamente los nervios de Peter. Natalie parecía más relajada, compartiendo pequeñas anécdotas sobre sus hijos. Peter, sin embargo, no podía dejar de ensayar mentalmente la conversación que había planeado.