Jacob no tenía una idea clara de lo que le esperaba, pero un sentimiento inquietante le carcomía. Era imposible ignorar la fuerte sensación de que Lena estaba en serios problemas. El hecho de que hubiera estado huyendo de algo -algo que se había esforzado mucho por ocultar a todo el mundo- aumentaba su creciente preocupación.
Con el billete de autobús aún apretado en la mano, Jacob regresó a su coche. Respiró hondo, se sentó en el asiento del conductor y giró el contacto. El motor rugió, rompiendo el silencio de la noche.