El entorno familiar de su casa le ofrecía poco consuelo, eclipsado por los angustiosos pensamientos que llenaban su cabeza. La opresiva quietud de la noche exterior parecía reflejar la turbulencia de su interior, dejándole con una agobiante sensación de malestar que le dificultaba deshacerse de la persistente tensión.
Cuando Jacob echó la mano hacia atrás para cerrar el coche, algo inusual llamó su atención: un pequeño trozo de papel sobre el asiento del copiloto. La visión del papel, fuera de lugar en un vehículo por lo demás vacío, le hizo detenerse. Con el ceño fruncido, se volvió hacia el coche, picado por la curiosidad.