En Rosewood, todo el mundo se conocía, y Jacob encontró un profundo consuelo en las rutinas predecibles de su vida. Le satisfacía su trabajo reparando coches y disfrutaba de las amenas conversaciones con la gente que se reunía en la cafetería local.
Para los de fuera, su vida podía parecer sencilla o modesta, pero para Jacob era exactamente lo que quería y necesitaba. Después de una semana especialmente dura, llena de reparaciones complicadas y largas horas pasadas en el taller, Jacob sintió que necesitaba un descanso de su entorno cotidiano.