Jacob prefirió no presionar a Lena con preguntas, aunque su curiosidad seguía carcomiéndole. Había algo intrigante y algo inquietante en su actitud, pero respetó su intimidad y decidió dejarlo estar.
A medida que avanzaban, el día fue dejando paso a la noche. El sol bajaba más y más, proyectando un resplandor dorado sobre el paisaje antes de sumergirse por fin bajo el horizonte. El cielo se transformó en un profundo y aterciopelado tono púrpura, salpicado de las primeras estrellas parpadeantes de la noche.