Brenda respiró entrecortadamente cuando la figura encapuchada se retiró lentamente la capucha. Había esperado a un hombre, tal vez mayor y amenazador, pero ante ella había una chica que apenas superaba la adolescencia. La joven tenía el rostro pálido y los ojos muy abiertos, llenos de miedo y vulnerabilidad.
Por un momento, la ira de Brenda se desvaneció, sustituida por confusión y un instinto maternal de protección. Se tranquilizó y miró entre Stacey y la niña. «De acuerdo», dijo Brenda, con voz firme pero mesurada. «Vamos a sentarnos y vas a contármelo todo. No más secretos»