Brenda suspiró profundamente, dándose cuenta de que Stacey no estaba dispuesta a abrirse. Si Stacey no hablaba, tendría que averiguarlo ella misma. Decidida, decidió investigar. Empezó por revisar el teléfono, el portátil y los correos electrónicos de Stacey, peinando meticulosamente los mensajes, las redes sociales y el historial de búsquedas en busca de pistas.
A pesar de su minuciosa búsqueda, nada destacaba: ni mensajes sospechosos, ni cuentas ocultas, ni conversaciones que insinuaran de dónde podía proceder el bebé. Se sintió más frustrada que nunca. ¿Cómo era posible que no hubiera ningún rastro? Le temblaban las manos mientras cerraba el portátil y la ansiedad le oprimía el pecho.