Stacey vaciló, con el rostro aún oculto. «No lo sé, mamá», murmuró, con voz apenas audible. Tras una larga pausa, añadió: «Es que… no quiero meter a nadie en problemas» A Brenda se le encogió el corazón. Esta pequeña confesión dejaba entrever una historia mayor, pero no era suficiente.
La mente de Brenda se llenó de escenarios descabellados, cada uno más aterrador que el anterior. ¿Habían presionado a Stacey para que hiciera algo peligroso? No podía tratarse de su bebé, ¿verdad? ¿Se había visto envuelta en alguna actividad delictiva? Las preguntas sin respuesta la acosaban y el peso de todo aquello amenazaba con abrumarla. Necesitaba la verdad, y rápido.