Cuando salieron los últimos pasajeros, Carole se encontró sola en el avión y el silencio la envolvió en una reflexión. Repasó mentalmente los acontecimientos del día, analizando sus acciones y reflexionando sobre las lecciones aprendidas. Fue una experiencia humillante, que le recordó la importancia de la empatía, el discernimiento y la humildad en su papel de auxiliar de vuelo.
En medio de la soledad de la cabina vacía, Carole se hizo una promesa silenciosa: confiar siempre en sus instintos, pero moderándolos con compasión y comprensión. Sabía que los errores eran inevitables, pero lo que realmente importaba era cómo reaccionara ante ellos.