Un niño hace señales extrañas con las manos durante el vuelo. Cuando la azafata se da cuenta, ordena aterrizar el avión

«Sí, pero nuestros corazones estaban en el lugar correcto, Carole. Sólo queríamos ayudar», respondió su colega, tratando de ofrecer algo de consuelo en medio de la confusión. Pero Carole no podía dejarlo pasar. La comprensión de que sus buenas intenciones se debían a un malentendido la golpeó como una ola. Fue un duro recordatorio de la delgada línea que separa la vigilancia de la cautela excesiva, una línea que se difumina fácilmente con la preocupación genuina.

Carole no podía deshacerse del peso de su error, a pesar del alivio que ahora inundaba la cabina. A medida que la tensión se disolvía en comprensión, sintió una punzada de arrepentimiento royéndole la conciencia. «Tengo que hablar con ellos», murmuró a su colega, con voz decidida. Joanne asintió con la cabeza, reconociendo la necesidad de arreglar las cosas.