Un niño hace señales extrañas con las manos durante el vuelo. Cuando la azafata se da cuenta, ordena aterrizar el avión

Con cada detalle compartido por la tía, las piezas del rompecabezas encajaban en su sitio, revelando una historia no de peligro, sino de un niño luchando con sus emociones. Los agentes, cautivados por la narración, escucharon atentamente mientras el niño, ya más tranquilo, hablaba en voz baja, confirmando el relato de su tía. El alivio se apoderó de la cabina cuando la empatía y la comprensión sustituyeron a la tensión anterior.

Los rostros de los agentes se fueron suavizando y su desconfianza inicial dio paso a la comprensión a medida que la situación empezaba a aclararse. Carole, que se encontraba a poca distancia, escuchó el intercambio y sintió que la invadía una mezcla de culpabilidad. «Parece que sacamos conclusiones precipitadas», susurró a su colega, con pesar en la voz.