Una abuela supera a unos pastores codiciosos que intentaron quedarse con todos sus ahorros

Había designado a Víctor como su albacea para transmitir sus deseos y quería que su testamento se leyera en la iglesia. Esta vez, aunque no acudió mucha gente, el pastor se presentó temprano.

El pastor se apresuró a ocupar el asiento delantero, con aspecto de estar salivando activamente por su buena fortuna. Otro motivo para acudir era que, según el ánimo de Víctor, se había hablado mucho en la iglesia sobre los rumores de que el testamento de Helen incluía algunas «sorpresas»
Al leer el testamento, se hizo evidente que la bondad de Helen persistió incluso después de su fallecimiento. Algunas de las familias menos afortunadas de la comunidad recibieron parte de su riqueza y pertenencias.