Helen se había unido a la Iglesia de la Cruz Blanca hacía unos 20 años, cuando ella y su marido Charles se mudaron al barrio. Se habían conocido trabajando para la misma ONG y habían construido juntos una vida cómoda, profundamente arraigada en su comunidad.
Helen siempre estaba ahí para ayudar a Andrew. A diferencia del antiguo pastor, Andrew prefería trabajar en silencio; era extrañamente reservado. Helen respetaba su naturaleza, pero no tenía ni idea de cómo iban a cambiar las cosas.