Vincent, sintiendo que el suelo se desmoronaba bajo sus pies, intentó dar un paso adelante, con las manos levantadas a la defensiva. «Elaine, por favor, no es lo que piensas. Puedo explicártelo», balbuceó, con la voz temblorosa. Pero Elaine le cortó bruscamente, su mirada atravesó su débil intento de controlar los daños.
«No, Vincent», le espetó Elaine, haciendo eco en la iglesia. «No hay nada que explicar. Te han pillado in fraganti con una doble vida. Adulterio, fraude… Nos has mentido a todos» Apretó con fuerza la mano de su hija y sus ojos destellaron de furia y traición.