Pero había tomado una decisión a la que tendría que atenerse. Después de 3 horas, llegó a la serpiente. Cuando por fin consiguió ponerle los ojos encima, supo al instante que todo el esfuerzo había merecido la pena.
A los trabajadores también les costó mucho esperar al veterinario. Su miedo se hizo realidad. La serpiente no tenía intención de quedarse en su sitio. Ya había esperado bastante e intentaba moverse de nuevo. Los trabajadores no sabían qué hacer.