«He visto hielo grueso antes, pero en todos mis años, ¿qué es esto?», se preguntó mientras se acercaba al enorme trozo de hielo que tenía delante. «¿Qué eres?» Murmuró Henry, con voz apenas audible por encima del suave silbido del viento entre los árboles.
No era de los que se asustaban con facilidad, pero aquello no se parecía a nada que hubiera encontrado en sus sesenta años de vida. La parte lógica de su mente le instó a dejar la cosa donde estaba y volver a cortar leña. Sin embargo, la curiosidad, ese obstinado impulso humano, le mantuvo clavado en su sitio.