El camión se desvió peligrosamente y las ruedas traseras patinaron mientras él luchaba por recuperar el control. Por un momento aterrador, el mundo giró en un borrón de nieve y faros. Apretando los dientes, Allan afianzó el agarre y aflojó el volante, obligando al camión a volver a la carretera con manos temblorosas.
El pecho se le hinchó y el miedo se apoderó de su estómago mientras seguía adelante. El cervatillo necesitaba ayuda y no había lugar para vacilaciones. Volviendo a armarse de valor, Allan se concentró en la carretera, con los nervios a flor de piel, mientras conducía con cuidado hacia el veterinario, decidido a no fallar.