Allan frunció el ceño y miró hacia el patio. El resplandor de la farola apenas llegaba más allá de su valla, pero en la penumbra podía distinguir una forma pequeña e indistinta semienterrada en la nieve, cerca de los arbustos.
Un animal, tal vez. O algo más. Se le hizo un nudo en el estómago. «¿Seguro que sigue ahí?», preguntó. Madeline asintió. Después de darle las gracias y enviarla de vuelta a casa, Allan cogió su abrigo y entrecerró los ojos a través de la ventana esmerilada, tratando de distinguir la forma que Madeline había visto.