Tiró del volante instintivamente, intentando recuperar el control, pero el hielo ya le había robado el impulso. Durante una fracción de segundo, todo le pareció ingrávido, una sensación espeluznante y desgarradora de estar completamente a merced de la tormenta.
Entonces, con un golpe seco y repentino, el camión se estrelló contra un banco de nieve, lanzando un chorro de polvo blanco en cascada sobre el parabrisas. El impacto le sacudió contra el cinturón de seguridad y le dejó sin aliento.