Las luces del salpicadero se encendieron, proyectando un tenue resplandor sobre los copos que se arremolinaban en el exterior. Siguió adelante, agarrando el volante con los nudillos en blanco. La visibilidad era casi nula y los neumáticos del camión luchaban por traccionar, con la carretera oculta bajo capas de nieve fresca e invisibles placas de hielo negro.
La dirección se sentía floja bajo su agarre, como si los neumáticos no estuvieran totalmente conectados con el pavimento. Cada ráfaga de viento amenazaba con empujar el vehículo hacia un lado, obligándole a luchar por el control.