Si lo detenían ahora y encontraban la mochila sin que él diera explicaciones, estaría atrapado. Los agentes no hablaban de posibilidades, sino que ya estaban sacando conclusiones. Su instinto le decía que estaba a unos segundos de perder el control de la situación. Tenía que actuar.
Su mente se asentó en la única opción que tenía. Tenía que marcharse. Si se quedaba, le arrestarían y perdería toda oportunidad de demostrar su inocencia. Si conseguía llegar primero al bosque, aún tendría tiempo de descubrir la verdad, antes de que la verdad lo enterrara a él.